Metodología de la Historia Económica
La metodología en la historia económica, al igual que sucede con otras corrientes de pensamiento económico, ha evolucionado con el tiempo. Por ello, a fin de explicar en qué consisten los métodos empleados por los historiadores económicos, en este texto se describen los procesos de formación y consolidación de la metodología en la historia económica, así como el estado en que actualmente se encuentra.
La comprensión adecuada de un fenómeno económico precisa profundizar en el contexto histórico en que se suscitó, y en las causas sociales, políticas y culturales que sobre éste influyeron. Por ello, más allá de los modelos de estática comparativa (que se valen de múltiples supuestos, no siempre acordes con la realidad observada), de la economía clásica y neoclásica; el movimiento historicista alemán que surgió a mediados del siglo XIX buscó ofrecer un análisis de la dinámica social para explicar el cambio económico (Gil, 2012).
Escuela histórica alemana
La proposición de que el desarrollo histórico y económico podía ser explicado como una progresión de etapas, comenzó con los planteamientos de Henri Saint-Simon, Simonde de Sismondi y Friedrich List. Aunque la corriente histórica no inició formalmente con sus escritos, se consideran un preámbulo a su desarrollo. De igual modo, la filosofía alemana —e.g. Hegel— propugnaba por el uso de una aproximación “orgánica” —e.g. F. Karl von Savigny— al estudio de los fenómenos en lugar del tradicional enfoque individualista. Con estas bases, la escuela histórica alemana nacerá como una búsqueda de leyes explicativas de las realidades observadas mediante “el análisis orgánico y biológico, y las estadísticas de todas clases” (Ekelund y Hébert, 2005, pp. 265-266).
Se distinguen dos etapas de consolidación de esta escuela de pensamiento, la primera —más tradicional— con Wilhelm Roscher como fundador, Karl Knies y Bruno Hildebrand; y la segunda —más radical— con Gustav Schmoller como principal representante.
La publicación más influyente del profesor de la Universidad de Leipzig, Wilhelm Roscher, System der Volkswirtschaft (Sistema de Economía Política) de 1854, buscó complementar la teoría ricardiana más que rechazarla de modo absoluto. En el System, Roscher consideraba que, aunque en un primer momento los investigadores podían hacer uso de supuestos para mantener inalteradas algunas variables al analizar un aspecto específico de un fenómeno económico, la solución vendría dada como una explicación histórica de los diferentes aspectos que influyeren sobre dicho fenómeno; es decir, solo mediante el empirismo se podrían aproximar a las respuestas de las incógnitas en cuestión, aunque “nunca sería posible llegar a conocer el significado último y el fin de la historia” (Ramos, 2008, p. 426). Por su parte, Bruno Hildebrand y Karl Knies siguieron la crítica a la escuela clásica de Roscher, aunque la llevaron a un nivel más profundo.
Al respecto de la “nueva” escuela histórica, el influyente catedrático de la Universidad de Berlín, Gustav Schmoller, consideraba que:
El método axiomático-deductivo sólo sería apropiado en una fase futura del pensamiento económico, después de un largo periodo —de duración indeterminada— dedicado a la observación de los hechos y a la recogida de datos concretos sobre el mundo socioeconómico. En definitiva, la historia y el estudio empírico, y por tanto, la inducción, estaban en el origen de todo conocimiento científico, si bien la deducción debía desempeñar un papel importante —a posteriori— en el desarrollo del mismo (Ramos, 2008, p. 428).
La radicalidad del pensamiento de Schmoller lo situaba en discrepancia total con el método abstracto-deductivo —en especial de Carl Menger—, lo que lo llevó a rechazar de tal modo cualquier incorporación de supuestos y abstracciones teóricas, al considerarlas irreales, que el historicismo schmolleriano se volvió “antirracionalista” (Ekelund, 2005, p. 268). En su lugar, propuso el uso del método histórico-inductivo, por medio del cual, según Schmoller, se aprehenderían leyes históricas del desarrollo. Sin embargo, pese a criticar duramente la corriente ortodoxa, al punto de crear una amplia discusión académica entre Schmoller y Menger —mejor conocida como Methodenstreit—, el historicismo alemán se convirtió en “un pozo sin un manantial que lo alimentara”, porque no proporcionaba reglas de comportamiento ni aceptaba la existencia de leyes universales establecidas por medio de la razón, proponiendo, en su lugar, el uso de la “observación y registro de lo único en su infinita variación histórica” (Ekelund, 2005, p. 269). Por este motivo, los historicistas alemanes:
[No] sólo no pudieron descubrir las leyes del desarrollo histórico; también fracasaron en su intento de establecer un método histórico. Aunque apoyaron decididamente la investigación de los hechos, no reunieron sus datos cuantitativos de tal manera que permitiesen la verificación de la teoría económica, sino más bien para que hablasen por sí mismos. Esta era una tarea inútil, porque no puede existir una medición significativa sin teoría (Ekelund y Hébert, 2005, 270).
No obstante, la escuela alemana proporcionó importantes aportaciones. Por la buena fama de que las universidades alemanas ya gozaban, muchos extranjeros se matricularon en ellas, entre los cuales se hallaron estudiantes estadounidenses, quienes, al volver a su país, inaugurarían el institucionalismo americano.
Escuela histórica británica
El reverendo Richard Jones, sucesor de Thomas Malthus en la cátedra de economía política, sostuvo en la publicación An Essay on the Distribution of Wealth and on the Sources of Taxation de 1831 que la tan alabada economía ricardiana tenía una limitación en la práctica, por lo que debía ampliarse mediante la determinación de supuestos empíricamente justificables que la historia proporcionase. Aunque la crítica de R. Jones no fue atendida de manera inmediata, Walter Bagehot abanderará la causa historicista, sosteniendo la existencia de una relación de interdependencia entre instituciones y teoría, no incluida en el análisis ricardiano. La crítica de Bagehot estará influida por la filosofía evolutiva de Spencer y Darwin, lo cual no fue seguido por otros historicistas británicos, como John Kells Ingram, quien consideró en su obra History of Political Economy que los principios comtianos de la dinámica social determinan el cambio económico. Así, la crítica británica se valdrá del carácter determinista del pensamiento de Comte, Spencer y Darwin para realizar criticar el método abstracto deductivo de la corriente clásica (Ekelund y Hébert, 2004, p 476-478).
El institucionalismo americano
Por su propia naturaleza crítica, desde que fue inaugurada la historia económica se desarrolló de manera independiente a la teoría económica dominante. A mediados del siglo XX cuando los objetos de análisis de los historiadores económicos fueron adoptados por “una nueva generación de teóricos, que les aplicaron técnicas abstractas de modelización” (Eichengreen, 1994, p. 167). Así, a la investigación histórica sobre los determinantes del crecimiento económico, el progreso técnico y la distribución del ingreso, se fue incorporando el uso de técnicas matemáticas y estadísticas, lo que resultó en una “Nueva Historia Económica” sujeta a mayor rigor científico. De acuerdo con Barry Eichengreen, este enlace entre historia económica y economía moderna produjo una amalgama adecuada, que enriquecería el método de la ciencia económica al “trascender la estática”, el análisis no institucional neoclásico y la forma tradicionalmente narrativa de hacer historia. Por ello, una clave esencial para distinguir entre el método de la “vieja” y de la “nueva” historia económica —o cliometría— se halla en “el uso de la teoría para estructurar el análisis histórico” (Eichengreen, 1994, p. 168). Como aseguran Diebolt y Haupert:
La cliometría ha transformado el estudio de la historia económica de un formato narrativo a uno matemático. En el proceso, los cliómetras han contribuido al desarrollo tanto de la economía como de la historia al combinar la teoría con los métodos cuantitativos, construyendo y revisando bases de datos, y añadiendo la variable de tiempo a las teorías económicas tradicionales. Esto ha hecho posible cuestionarse y reelaborar los primeros hallazgos, expandiendo, por tanto, la frontera de nuestro conocimiento del pasado y su habilidad para predecir el futuro. El uso de la historia como un crisol para examinar la teoría económica ha profundizado nuestro conocimiento de cómo, por qué y cuándo ocurre el crecimiento económico (2016, p. 972)
Un primer escalón de la “revolución cliométrica” se halla en las investigaciones llevadas a cabo en el National Bureau of Economic Research (NBER), realizadas mediante la construcción de series históricas para comprender la influencia del Estado sobre el desempeño económico —e.g. la construcción de series del ingreso nacional del Nobel de economía Simon Kuznets—. De hecho, de las reuniones de la Conferencia sobre Investigación e Ingreso de la NBER y las reuniones de la Economic History Association provinieron las publicaciones de Alfred Conrad y John Meyer de 1957 — que por vez primera incorpora la cliometría— y de 1958 —que explica la metodología cliométrica (Diebold y Haupert, 2015, p. 972).
El segundo escalón de esta revolución será la incorporación de pruebas de hipótesis (Eichengreen, 1994, p. 171). Asimismo, no obstante que el término cliometría ya se estuviera utilizando, es incorporado por primera ocasión en la publicación de 1960 de Davis, Hughes y Reiter. Ese mismo año tendrá lugar una Conferencia en la Universidad Purdue, la cual se considera como primera reunión de la Sociedad Cliométrica (Diebold y Haupert, 2015, p. 972).
Una figura destacada en el desarrollo de la cliometría fue el también premio Nobel y discípulo de S. Kuznets, Robert Fogel, quien a lo largo de su exitosa carrera académica defendió el uso sistemático de la teoría, la matemática y la estadística para explicar los hechos históricos. Aunque Fogel no fue quien introdujo el análisis contrafactual —consistente en evaluar el impacto de un fenómeno económico al medir cuál hubiese sido el desempeño de la economía en su ausencia—, el uso amplio que de éste hizo en sus investigaciones fue una de sus aportes más relevantes, junto con los avances valiosos en el conocimiento sobre el sistema económico esclavista, la revolución decimonónica de los transportes, y la relación entre crecimiento económico y nivel de vida (Eichengreen, 1994, p. 168).
Además de las incursiones metodológicas de Fogel, esta amalgamación entre historia y teoría económica quedó enriquecida, a su vez, con las investigaciones sobre costos de transacción de Ronald Coase y derechos de propiedad de autores como Alchian, Demsetz y Cheung, de las cuales Douglass North, premio Nobel de economía de 1993, desarrolló su teoría sobre las instituciones con aplicación a la historia económica. En la década de 1960, en que fue editor junto con W. Parker del Journal of Economic History, North promovió ampliamente la Nueva Economía Institucional (Temin, 2014, p. 2), y más adelante propuso que el objetivo de la historia económica consistía en “explicar la estructura y desempeño de las economías a través del tiempo” (Myhrman y Weingast, 1994, p. 190). De acuerdo con Myhrman y Weingast:
La contribución de Douglas North no gira en torno a una idea teórica que se aplica a algunos campos. En su lugar, North desarrolló una idea básica que continuamente mejoró y expandió a través de los años y, a través de importantes aplicaciones a la historia económica, mostró su relevancia y poder explicativo en una gama de contextos. La consecuencia es un nuevo enfoque al crecimiento y desarrollo económico, y a las instituciones y sus implicaciones económicas, políticas y sociales (1994, p. 186).
Por lo anterior se evidencia que, si bien la aplicación del análisis cuantitativo y de la formalización matemática al análisis histórico es una característica de la cliometría, ésta no se reduce solamente a ello, sino que puede consistir en el simple uso de una teoría económica como base explicativa de un acontecimiento histórico, tal como Diebolt y Haubert (2015) señalan:
La cliometría, pese a su asociación continua con modelos formales y sofisticadas aplicaciones econométricas, es teoría y no está necesariamente confinada a modelos matemáticamente formalizados o cuantitativos […] Esta es la contribución central de la cliometría: teoría aplicada a la historia (p. 973).
De acuerdo con Peter Temin, pueden distinguirse tres técnicas utilizadas en los estudios cliométricos. La primera es el uso de la econometría, que pasó de aplicar los modelos más básicos a los métodos econométricos modernos de mayor sofisticación y elegancia. Una segunda técnica analiza los efectos que sobre el desempeño económico han tenido los puntos de quiebre de casos concretos, observados en diferentes etapas históricas. A este respecto, Temin (2014) argumenta que:
Las discontinuidades proveen información sobre la estructura de los sistemas económicos que pueden no ser aparentes desde su operación uniforme en épocas normales. Las barreras legales proveen discontinuidades sobre el espacio, y los eventos, desde las crisis hasta los descubrimientos, proveen discontinuidades en el tiempo. Estos importantes eventos históricos clarifican la estructura de la actividad económica y proveen evidencia para probar ideas preconcebidas acerca de la historia económica (p. 7)
La tercera técnica consiste en evaluar el efecto sobre la economía de un evento en el transcurso de varias generaciones —e.g. demografía, educación, epidemias, etc.—. Un ejemplo de esta tercera técnica son las investigaciones hechas en 1976 por Brenner sobre los efectos que la Peste Negra tuvo sobre los salarios reales, tanto en Gran Bretaña como en la Europa continental. Brenner propuso que las variaciones sobre las remuneraciones al trabajo, escaso por la gran mortandad, aumentaron menos en el continente europeo —por el poder coercitivo de la clase aristócrata para impedir la movilidad laboral— que en Gran Bretaña —donde los trabajadores pudieron ejercer presión sobre una aristocracia menos poderosa que la monarquía—. Estas diferencias salariales vendrían, por tanto, explicadas por las condiciones institucionales específicas de cada región. La conclusión de Brenner está en sintonía con la perspectiva de Robert Allen, quien sostiene que la Revolución Industrial tuvo lugar en Gran Bretaña porque los salarios reales eran relativamente mayores en esta región que en el continente europeo, lo que habría conducido a buscar reducir los costes productivos mediante la introducción de innovaciones tecnológicas —e.g. spinning jenny—, lo que, a su vez, incrementó la productividad de la industria británica.
Si bien la propuesta de Brenner fue objeto de amplio debate, puede quedar comprendida como una aplicación de la Nueva Economía Institucional propuesta por Douglass North, en la cual, como se señaló, el papel de las instituciones es esencial para explicar el dinamismo económico (Temin, 2014, pp. 14-15).
Para concluir con una síntesis puede decirse que, en la perspectiva del historiador económico, el laboratorio de pruebas de la economía es la historia, por lo que “cualquier lugar en que haya datos o información que puedan ser construidos para probar hipótesis es juego justo” (Temin, 2014, p. 6).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
DIEBOLT, C. y HAUPERT, M. (2015). “Clio’s Contributions to Economics and History”. Revue d’économie politique, septembre–octobre 2016, Vol. 126, No. 5, LXIVe Congrès Annuel de l’Association Française de Science Economique, pp. 971-989. Recuperado el 10 de agosto de: http://www.jstor.com/stable/44687410
EICHENGREEN, B. (1994). “The Contributions of Robert W. Fogel to Economics and Economic History”, The Scandinavian Journal of Economics , Jun., 1994, Vol. 96, No. 2, pp. 167-179. Recuperado el 7 de agosto de 2020 de: http://www.jstor.com/stable/3440595
EKELUND, R. y HÉBERT, R. (2005). Historia de la Teoría Económica y de su Método. (tercera edición) México: McGraw Hill.
GIL, Alicia. (2012). “La historia económica. Conceptos, metodología y fuentes”. En: I. Simón, E. Sanz y F. García (coordinadores). La escritura académica en ciencias humanas y sociales. Una introducción a la investigación. Universidad de Sevilla. Recuperado el 31 de julio de 2020 de: https://idus.us.es/handle/11441/52702
MCCLOSKEY, D. (1994). “Fogel and North: Statics and Dynamics in Historical Economics”, The Scandinavian Journal of Economics , Jun., Vol. 96, No. 2, pp. 161-166. Recuperado el 8 de agosto de 2020 de:
MYHRMAN, J. y WEINGAST, B. (1994). “Douglass C. North’s Contributions to Economics and Economic History”, The Scandinavian Journal of Economics , Jun., 1994, Vol. 96, No. 2, pp. 185-193. Recuperado el 8 de agosto de 2020 de: http://www.jstor.com/stable/3440597
RAMOS, J. (2008). “Historicismo, institucionalismo y neoinstitucionalismo”. En L. Perdices (editor), Historia del Pensamiento Económico (pp. 423-449). Madrid: Síntesis.
TEMIN; P. (2014). “Economic History and Economic Development: New Economic History in retrospect and prospect”. NBER. Working Paper 20107. Recuperado el 11 de agosto de: http://www.nber.org/papers/w20107
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